Tenía catorce años cuando subí a ese avión, sin saber cuánto estaba a punto de cambiar mi vida. Desde el momento en que aterricé en El Salvador, supe que estaba en el lugar correcto. Supe que volvería para quedarme, porque este era el lugar donde Dios me había llamado a servir.

Diez años después, me mudé a El Salvador, llena de esperanza, pero sin recursos, sin un plan concreto, solo con un llamado. Proyecto RED nació como nada más que una idea. Con el tiempo, creció y evolucionó de manera orgánica, moldeado por las necesidades de los niños y las familias a las que servimos. Hoy, es un modelo de intervención sólido. El “Modelo RED” ha impactado profundamente e incluso salvado vidas a lo largo de los años. Está liderado por un equipo increíble de profesionales salvadoreños, quienes comparten este llamado y entregan su corazón a este trabajo cada día.

Iniciar la organización no fue la parte difícil. El verdadero desafío ha sido mantenerse firme a lo largo de los años, enfrentando dificultades, momentos oscuros y desánimo. Ha habido momentos en los que el peso de todo se ha sentido insoportable. Pero el mayor logro no ha sido simplemente construir algo, sino elegir seguir adelante, seguir creyendo y seguir luchando por estos niños, sin importar qué tan difícil sea el camino. Dios ha sido muy fiel.

A quienes han caminado este trayecto conmigo, gracias. Su apoyo ha sido mucho más que donaciones. Las relaciones que compartimos, conectados por medio de Jesús, han sido un salvavidas. Me han mantenido con los pies en la tierra y me han dado la fuerza para continuar cuando el camino se ha sentido demasiado difícil. Gracias a ustedes, podemos seguir mostrando nuestro compromiso con estos niños preciosos que tanto nos necesitan.

Este es Proyecto RED. Esto es lo que significa responder al llamado.